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David CM

El asesinato del General Prim

El año 1870 iba a cambiar la historia de España para siempre. Exilio real, cambios dinásticos y el asesinato de un primer ministro convulsionaron la sociedad española del momento y en todos estos acontecimientos hubo un protagonista: Juan Prim y Prats.


Atentado contra la vida del general Juan Prim en la calle del Turco, la noche del 27 de diciembre de 1870. Fuente: wikipedia


La vida de Prim fue intensa y siempre enfocada al poder. A los 19 años se alistó en el ejército para combatir a los carlistas en la denominada Primera Guerra Carlista. En el campo de batalla fue labrándose poco a poco una importante fama. Su ascenso en el escalafón militar fue rápido y una vez arriba participó en varios levantamientos y sublevaciones. Fue también duro cuando esos levantamientos eran contrarios a sus designios, como cuando bombardeó Barcelona para acabar con la revuelta conocida como La Jamancia donde, además del rango de general, consiguió el odio de una gran parte de los catalanes por su crueldad al reprimir el alzamiento, incluido el ataque a Reus, su ciudad natal.


Además de en España, guerreó en Marruecos (lo que le convirtió en un héroe nacional a su vuelta a España), Puerto Rico (del que llegó a ser gobernador), Crimea, México...


Durante todos estos años de intrigas, conspiraciones y batallas, además de los vítores del pueblo, se ganó un gran número de enemigos.


Para cuando llegó el año 1868 el general Prim estaba exiliado en Londres, pero pronto regresaría a España para urdir una última conspiración que le llevaría a lo más alto. Quedaba el pequeño detalle de entrar a un país del que estaba exiliado, pero la inquieta mente del general lo tenía todo pensado: se colaría por Gibraltar haciéndose pasar por el criado de una familia británica.


Una vez en España y junto con sus aliados dio comienzo a La Gloriosa, la revolución que acabaría con la reina Isabel II en el exilio. A resultas de esta expulsión de la dinastía de los Borbones, se realizaron unas elecciones de las que salió vencedor el Partido Progresista de Prim que acabó como presidente del país. El general lo había conseguido, por fin era el hombre más poderoso de España, pero para escalar tan alto se había granjeado una nómina de enemigos, la mayoría de los cuales era incluso más poderoso que él mismo...



Joan Prim (1862), por Eusebio Valldeperas. Fuente: wikipedia


La primera medida que tomó fue, obviamente, polémica y le hizo ganarse aún más enemigos pues tras dejar a España sin reina, Prim apoyó la llegada al país de Amadeo de Saboya. Se cambiaba de dinastía, pero no se declaraba la república, lo que enfureció a los partidos republicanos cuyo apoyo había sido fundamental para el triunfo de La Gloriosa.


Con este clima insano en el país se llegó al mes de diciembre de 1870. La primera advertencia llegó el 26 de ese mes, por parte del director del periódico “La Discusión”, que advirtió a un amigo del presidente Prim de que algo muy grave estaba a punto de ocurrirle. El director del periódico llevaba consigo una lista de diez nombres entre los que destacaba un nombre que tendrá mucha importancia a partir de ahora: José Paúl y Angulo, diputado republicano. Obviamente estas noticias llegaron a oídos del presidente, que a su vez informó al gobernador civil de Madrid. Tras estas noticias se intentó poner protección a Prim, pero este la rechazó sin dudar.


Un día más tarde solo se había detenido a uno de los miembros de esa lista y Prim se lo volvió a comunicar al gobernador civil de Madrid. La noche cubría ya el cielo de la capital de España y el frío era intenso, cuando el presidente salió del Congreso. Allí se detuvo a hablar con algunos amigos, que aún le quedaban, y uno de ellos, masón como él, le rogó que asistiera a una celebración de la logia a la que ambos pertenecían, pero Prim le confirmó que como mucho asistiría a los postres pues pensaba cenar con su familia.


Otro diputado trató de impedir lo que todos en la ciudad parecían saber, pidiéndole encarecidamente que no recorriera el trayecto habitual hasta su casa, que pasaba directamente por la Calle del Turco (hoy conocida como Marqués de Cubas), pero Prim volvió a ignorar los consejos.


Hoy sabemos, sin embargo, que aun haciendo caso a estas personas que intentaban salvarle la vida, el general habría sido atacado igualmente pues de no haber recorrido el camino habitual hacia su casa habrían atentado contra él en la calle del Barquillo y si hubiese accedido a cenar en la logia, lo habrían intentado en la calle Cedaceros. Los conspiradores tenían todo bien medido y planeado.


La noche era fría, la iluminación de la ciudad paupérrima y una intensa nevada cubría el cielo y el suelo de Madrid por lo que el cochero que venía a recoger a Prim acercó la berlina lo más posible a la puerta del Congreso de los Diputados. Calentándose en unos braseros junto a la puerta había cuatro personas, dos agentes del orden público y dos paisanos, uno de los cuales pertenecía a la banda del antes mencionado José Paúl y Angulo. Cuando reconoció a Prim, se marchó de allí pues al parecer su misión consistía en avisar al resto de los criminales de la salida del presidente.


En el momento en que Prim subía a la berlina, se le acercaron Práxedes Mateo Sagasta, ministro de la gobernación y Feliciano Herreros Tejada. Sin pensárselo dos veces, el presidente les invitó a subir, cosa que hicieron, pero al instante, argumentando haber olvidado algo urgente, volvieron a bajar y se marcharon. En el transporte junto a Prim estaban sus dos asistentes.


Desde que la berlina comienza su trayecto, los asesinos se comunican mediante silbidos, para controlar en cada momento la posición del presidente. Cuando llegan a la calle Alcalá, empieza la cacería. La berlina se detiene bruscamente al encontrar dos coches de caballos que le cortan el paso. Instantes después, un tercero les bloquea la retaguardia. Ahora el presidente está rodeado por doce personas que estaban escondidas tanto en los coches de caballos como en una taberna cercana. En la invernal noche de Madrid retumban seis disparos de trabuco. Tres entran por el lado derecho, otros tres por el izquierdo. Tras la vorágine del ataque, los coches que bloquean el paso dejan el espacio libre para que el cochero de Prim huya del lugar. Mientras avanzan raudos por la calle Alcalá, el hombre es capaz de distinguir un dispositivo similar al que acaba de atacarles en otra calle cercana. Era imposible que el presidente escapara a su destino.


Atentando contra Prim, en La Ilustración de Madrid, 1871. Fuente: wikipedia


A la máxima velocidad que pueden, el vehículo del presidente llega al Ministerio de la Guerra. Una vez allí, Prim sube por su propio pie los escalones apoyándose en la barandilla. Tras de si deja un rastro de sangre que mana de sus heridas. En el camino hacia sus aposentos se encuentra con su esposa y trata de tranquilizarla. En verdad, los órganos vitales del presidente no están dañados así que parece que su vida no corre peligro.


La parte más afectada es la mano derecha cuyos dedos están destrozados por los balazos. Los médicos, que al instante han acudido a atender a los heridos, deciden amputar la primera falange de su dedo anular. Más preocupante, sin embargo, es la herida del hombro izquierdo, pues al menos ocho balas han quedado allí alojadas, pero tras una dura noche de trabajo, los cirujanos consiguen extraer siete de esas balas al filo de las dos de la madrugada.


Uno de los ayudantes del presidente es trasladado a la casa de socorro más cercana donde le diagnostican que perderá el movimiento de la mano, pero que quizás no será necesario amputarla.


Mientras esto ocurría, se intentaba tranquilizar a la opinión pública ocultando la verdadera dimensión del ataque. Que el país mantuviera la calma era algo esencial para la seguridad.


Las heridas no son graves así que Prim pasa los días 28 y 29 de diciembre relativamente bien. Los problemas comienzan el día 30 por la tarde cuando lo invade una fiebre alta que los médicos no conseguían bajar. Como último recurso se llamó a Melchor Sánchez de Oca, el cirujano más reputado de Madrid, pero ya era demasiado tarde. Las heridas del presidente se habían infectado acabando con su vida. A las 20:30 de ese día, Prim se convertía en el primer presidente español en ser asesinado. No sería el último.


Ese mismo día llegaba al puerto de Cartagena (Murcia) Amadeo I, justo cuando su único valedor moría. Obviamente su reinado no duró mucho y menos de tres años después abdicaba del trono español para dar comienzo a la 1ª República.


Amadeo I frente al féretro del general Prim. Cromolitografía de Manuel Giménez por pintura de Antonio Gisbert, 1870. Fuente: wikipedia


Es momento ahora de intentar responder a la pregunta que ronda por tu cabeza: ¿quién de entre todos sus enemigos fue el autor del asesinato?


Para responder a esta pregunta debemos introducir un nuevo personaje en la historia, nuevo en este artículo porque para nada era desconocido en España ni mucho menos para Prim.


El duque de Montpensier, fue desde el comienzo considerado como autor intelectual del atentado contra el presidente del gobierno. Su odio contra Prim era sabido de todos y se remontaba a La Gloriosa. El duque había contribuido financieramente a que la revolución triunfase y expulsase del trono a su cuñada la reina Isabel II. Su intención era ser coronado como Antonio I de Orleans por lo que cuando el gobierno nombró rey a Amadeo de Saboya un odio infinito se apoderó del duque. Desde ese momento intentó varias veces acabar con Prim y desde siempre se le ha considerado el cerebro tras el asesinato. Tanto es así que en el primero de los dictámenes hechos tras la investigación por el promotor fiscal Joaquín Vellando el 9 de septiembre de 1871, es declarado ya como principal autor del complot.


Duque-de-Montpensier. Fuente: La voz de Galicia


En un segundo dictamen, realizado el 12 de junio de 1872 se llega incluso a solicitar prisión para el duque, que obviamente jamás pisará pues además de duque era hijo de Luis Felipe de Orleans y María Amalia de Borbón-Dos Sicilias y estaba casado con la hermana de Isabel II como ya se mencionó antes.


Teniendo claro quien estuvo tras el complot y asesinato del general Prim (aunque no fue el único del que sospechó, como veremos más adelante) toca hablar del autor material, y para ello debemos volver a uno de los nombres ya conocidos de este artículo: José Paúl y Angulo. Este republicano nacido en una adinerada familia de Jeréz, había conocido a Prim mientras este estaba exiliado en Londres. Desde allí idearon la revolución que acabaría con los Borbones, pero su buena relación cambiaría de forma radical cuando el gobierno decidió continuar con la monarquía y no declarar la que hubiera sido 1ª República española.


Tras este varapalo, Paúl y Angulo se unió a las revueltas republicanas que lucharon contra la decisión del gobierno, hasta que se firmó una amnistía en 1870. Ese mismo año dirigió el periódico El Combate desde el que se publicó un llamamiento para derrocar a Prim. Las crónicas de la época califican su relación con el presidente del gobierno como “de odio profundo” y “enconado rencor”.


Don José Paúl y Angulo. Fuente: La Voz de Galicia


La noche del asesinato, José Paúl y Angulo se dirigió a Prim tras otro de sus duros debates en el Congreso con estas palabras: “mi general, a todo cerdo le llega su San Martín”. Se dice además que el propio general escuchó su voz durante el ataque. Por todo esto fue rápidamente señalado como autor material del asesinato al frente de un grupo de nueve republicanos que contaron con la complicidad del ayudante del duque de Montpensier. A su causa no ayudó su huida a París tras el atentado, ciudad donde acabaría sus días.

 

El propio Paúl y Angulo fue el encargado de señalar años después a otro de los sospechosos principales de idear el complot: Francisco Serrano y Domínguez. La implicación del General Serrano quedó clara cuando se inculpó al jefe de su escolta en el crimen. Serrano había sido regente con los Borbones así que su expulsión del trono le apartó del poder y Prim era el principal escolló para que estos volvieran a España y por lo tanto Serrano volviera a tener una posición de privilegio en el gobierno. Esto, no obstante, sucedería igualmente tras el asesinato de Prim pues el General Serrano presidió el primer gobierno de Amadeo I un mes después del atentado. Una vez en el poder no puso mucho empeño en que el complot quedara al descubierto.


Para cuando la investigación oficial se cerró en 1877 más de 20 hombres de confianza de Serrano y Montpensier habían sido detenidos. De estos, siete murieron en prisión y otros doce lo harían de forma misteriosa meses después. Casi todos pertenecían a la esfera criminal de la ciudad.


La lista de sospechosos no acaba aquí pues debemos recordar que el general Prim se había ganado gran cantidad enemigos incluso al otro lado del Atlántico. Por lo tanto, es importante hablar también de la conexión cubana y es que los grandes hombres de negocios (incluidos los esclavistas) con intereses en Cuba temían los cambios que pudiese introducir el nuevo presidente del país en la política colonial. Se temía incluso la venta de la isla a los estadounidenses. Tanto es esto así que en la propia Cuba se daba por seguro que “el gatillo se apretó desde La Habana”.


Si después de todo lo que has leído crees que el asesinato del General Prim es algo que quedó en el pasado, déjame traértelo hasta nuestros días.


Aunque en un primer momento Prim fue sepultado en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, décadas después, concretamente en 1971 su cadáver fue trasladado a Reus, su ciudad natal.


En 2012 su momia fue exhumada para que se le pudiera realizar un estudio con medios modernos. Para esto se contrató al experto fotógrafo científico Ioannis Koutstourais cuyas fotos fueron analizadas por el profesor de investigación José Romero Tamaral quien encontró unas marcas en el cuello de Prim que podrían corresponderse con un estrangulamiento.


Ese mismo año el legendario periodista Francisco Pérez Abellán creó la Comisión Prim de Investigación mientras dirigía el departamento de Criminología de la Universidad Camilo José Cela. Con la misión de “aplicar las técnicas modernas de investigación al magnicidio de Prim” al que consideraba “el gran misterio de la historia criminal española”, se trasladó con su equipo a Reus. Una vez allí concluyeron que esas marcas en el cuello se debían a que el general había sido estrangulado poco después del atentado.


Francisco Pérez Abellán se encargó de investigar los asesinato de otros mandatarios españoles en su libro El vicio español del magnicidio: de Prim a Carrero Blanco


Abellán entonces aseguró haber resuelto el crimen, pero una vez más las discrepancias que envuelven este caso afloraron puesto que sólo una de las expertas del equipo, la médico forense Mar Robledo, apoyó las conclusiones del estudio, mientras que el resto del equipo científico se negó a secundarlas.


En vista de que ni las más modernas técnicas ayudaban a resolver los misterios que rodean el magnicidio, la Sociedad Bicentenario General Prim encargó en 2014 su propia autopsia a un equipo de expertos de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Alcalá de Henares, con el respaldo del ayuntamiento de Reus. La polémica no se hizo esperar pues la Sociedad, por boca de su secretaria general María José Rubio, calificó el estudio de Abellán de “estafa, invento periodístico. Estuvo manipulada, por eso se negaron a firmarla tres de los cuatro científicos del estudio”.


Análisis de 2012 en el que se encontraron marcas en el cuello de un posible estrangulamiento. Fuente: National Geographic


El estudio encargado por la Sociedad concluye que “no existe ningún elemento apreciado durante la exploración del cuerpo para sostener que hubo violencia extrema alrededor de su muerte”. Se incide además en que la muerte llegó a causa de una infección imprevista de las heridas de bala de Prim.


A pesar de todo lo que se ha hablado ya sobre el caso, el interés sigue presente pues quedan aún muchos frentes abiertos. Para intentar dar respuestas a los enigmas que todavía siguen sobre la mesa de la historia, en 2021 se publicó el libro “El asesinato del General Prim a través del estudio del sumario incoado” escrito por los historiadores José María Fontana Beltrán y Alfredo Redondo Penas. Para intentar arrojar algo de luz sobre el enmarañado caso, los dos historiadores se sumergieron en la ardua tarea de consultar, transcribir e indexar los 78 tomos y 4 volúmenes más el apuntamiento de los que consta el caso.


Tras este encomiable trabajo ambos lo tienen claro: “los autores materiales fueron dirigidos por José María Pastor y Pardillo, jefe de seguridad del general Serrano y participaron un total de trece personas”. Ocho de ellos eran pistoleros y uno “alto y con sombrero de alas muy anchas” daba las órdenes. Todos ellos fueron los que cerraron el paso al vehículo de Prim. Otros dos más llegaron en otra berlina y se intercambiaron con los de este vehículo y dos más se situaron en la esquina de la antiguamente conocida como calle del Turco con la de Greda.


El mencionado jefe de seguridad estuvo presente y fue reconocido por María Josefa Delgado, una mendiga que presenció el atentado y fue herida por los disparos de los trabucos.


Según los autores la parte más difícil de la investigación fue seguir el rastro del dinero que financió todo el complot, pues nada ha transcendido en el proceso. Sin embargo, la incansable labor de los dos historiadores los ha llevado a concluir que el asesinato del general Prim benefició a los negreros y productores de azúcar en Cuba y a los agricultores y fabricantes valencianos y catalanes que también tenían intereses en la isla caribeña.


Hasta aquí pocas cosas que no supiéramos ya, no obstante, la novedad de esta investigación radica en el total descargo al que se somete al diputado republicano José Paúl y Angulo, cuyo nombre queda al parecer limpio tras años de sospechas sobre él y es que los autores exponen en el libro la falsedad de todas y cada una de las pruebas en su contra.


Juan Prim alrededor de 1860. Fuente: wikipedia


En el libro se nos da cuenta también de los problemas por los que pasó la investigación del caso y es que el constante cambio de jueces convirtió el proceso en un caos que unido al volumen de la investigación, algo para lo que el sistema judicial español del momento no estaba preparado, hizo imposible que esta llegara a buen término. Todo el trabajo, además, quedó finalmente a medias ante las presiones de Cánovas del Castillo, jefe del gobierno en seis ocasiones, por la inminente boda del rey Alfonso XIII con la hija de uno de los principales acusados del caso y cuyo nombre seguro recordarás, el duque de Montpensier.


Después de todas las investigaciones llevadas a cabo por personas de distintas disciplinas, por autores en solitario y organizaciones públicas y privadas lo único que nos queda claro es que los autores tanto físicos como intelectuales del asesinato del general Prim no han rendido cuentas con la justicia y tenemos claro que jamás lo harán. Lo que sí es seguro es que este complot, urdido en lo más profundo de las cloacas del estado, cambió para siempre la historia de España.


Es ahora turno para que me comentes tus opiniones respecto a este monumental caso ¿qué sospechoso te parece más improbable? ¿Crees en la total inocencia de Paúl y Angulo? ¿Sería posible en nuestros días un complot semejante? Deja tus comentarios abajo.

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